Por: Jimena Vera Psaró
"Las cartas de amor son una relación con fantasmas: los besos escritos no llegan a destino, son bebidos en el camino". Franz Kafka (a Milena)

Leer en papel es un placer al que todavía
me niego a renunciar.
-“¿Y qué pasó con ese chico que le mandaba
cartas desde el extranjero? ¿Ya no le escribe más?”-, me pregunta el cartero. Hablamos
de la vida, de las despedidas y de lo poco que subsisten las letras manuscritas
entre tanta comunicación bancaria y facturas de impuestos y servicios.
El
peso de las palabras
Guardo cartas y estampillas de España, Polonia
y Colombia entre otros lugares del mundo. Con Juan Carlos llegamos a hacernos
especialistas en envíos desde Bucaramanga a La Rioja y viceversa. Coleccionamos
los papeles más livianos porque el costo de los sobres dependía de los gramos
que pesaba. Escribimos con letras minúsculas en papel de calcar, nos enviamos
casetes grabados, monedas y hasta pequeños obsequios. Cuando mi amigo cruzó el océano
y se fue a vivir a Europa, la comunicación continuó por redes sociales y emails.
Siguió mi embarazo a distancia e incluyó esa anécdota en su tesis doctoral.
Cuando se estaba por casar, le diseñé sus tarjetas de boda y estuve mirando
desde mi teléfono las pruebas del traje para la ceremonia. A mi amigo Juan
Carlos lo conocí hace más de 17 años. Nunca nos vimos.
Correspondencia
Cuando Angelina Jolie se encontraba en
Australia dirigiendo Unbroken, un filme basado en la vida del atleta
olímpico estadounidense Louis Zamperini, combatiente de la Segunda Guerra, Brad
Pitt, su pareja, estaba en Londres filmando Fury, otra película también
sobre ese conflicto y pensaron en darse apoyo mediante cartas de amor. “Decidimos ser parte de ese tiempo y nos
imaginamos que él estaba en el teatro de operaciones europeo y yo en el teatro
del Pacífico, y nos escribíamos cartas a mano que nos conectaban mucho;
pensando en las personas que en ese tiempo de la Segunda Guerra Mundialestaban
separadas durante meses o años” contó ella a T Week, una revista
australiana.
Sigmund Freud vio
sólo seis veces en cuatro años a Martha Bernays, pero le escribió más de
novecientas cartas de amor, donde la llamaba "princesita".
-¿Es extraño amar
a alguien que no conocés personalmente, pero que te escribís todos los días?-
- ¿Y cómo te pensás que se mantenían los
romances antes? – le respondo a mi mejor amigo, enamorado a distancia.
Simón Bolívar le escribía a Manuela Sáez en
1825: “Sí, te idolatro hoy más que nunca
jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el
sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese
corazón sin modelo”.
Las cartas que Antoine de Saint-Exupéry
dirigió a su último amor son dolorosas. En mayo de 1944 dos meses antes de
desaparecer misteriosamente cuando pilotaba un avión sobre Francia, en una
misión de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial:
"No hay más Principito, hoy día ni jamás. El Principito está muerto o se volvió totalmente escéptico. Un Principito escéptico no es más un Principito. Estoy resentido con usted por estropearlo".
"No hay más Principito, hoy día ni jamás. El Principito está muerto o se volvió totalmente escéptico. Un Principito escéptico no es más un Principito. Estoy resentido con usted por estropearlo".
"No
habrá más cartas, teléfono ni señal. No fui prudente ni pensé que arriesgara
pena, pero me lastimé en el rosal cogiendo una rosa. El rosal preguntará: ¿Qué
importancia tenía para usted? Ninguna, rosal, ninguna. Nada importa en la vida.
No más vida. Adiós rosal", finalizó Antoine.
No siempre el amor fue correspondido para toda la eternidad como lo prometieron en un principio,
hay cartas que dan cuenta de ese proceso como por ejemplo en el caso de lo que
le escribió Enrique VII a Ana Bolena: "Mi
corazón y mi persona se rinden ante ti suplicándote que sigas favoreciéndome
con tu amor”, esto fue ocho años
antes de que ordenara encerrarla y decapitarla.
Napoleón Bonaparte comenzó escribiéndole a su
esposa: “Mi dulce Josefina, ámame, que
estés bien y pienses muy a menudo en mí”. Otra de sus cartas expresa: "Es imposible estar más débil y
degradado. Vuestros pensamientos envenenan mi vida, desgarran mi alma".
Y un par de meses después el amor se terminaba: “No te amo, en absoluto; por el contrario, te detesto, eres una
Cenicienta malvada, torpe y tonta. Nunca me escribes, no amas a tu marido”.
Quemá
esos tweets, el amor en 140 caracteres
Hay un dicho que define lo irremediables:
“Hay dos cosas que no vuelven, la palabra pronunciada y el whatsapp enviado”, cuando
apenas terminamos de escribir o grabar un mensaje y se envía no hay vuelta
atrás. No hay posibilidad de cancelarlo o borrarlo, no podemos ir corriendo a
taparle los ojos a la otra persona para que no nos lea.
Nada nos expone tanto como las redes
sociales. Las declaraciones de amor, “megusta” y preferencias quedan archivadas
y multiplicadas en el ciber espacio. Romper con el recuerdo de una persona es
cada vez una tarea más difícil. Ya no basta con alejarse del amigo que nos
recuerda a ese ex, también está en las redes sociales, en los contactos en
común, en las fotos etiquetadas. No es suficiente con borrar a esa persona de
tu vida, también hay que borrarlo del Facebook.
TQM
Los mensajes son cada vez más breves. T.A.
/ TQM / son el molde telegráfico para los afectos en tiempos modernos, donde el
sms hace vibrar el amor en una pantalla. En este sentido una de las obras que
más me impactó fue el registro fotográfico del infografista Jaime Serra que
expuso los mensajes de texto que durante 52 días una mujer le enviaba a su
amante. Ambos
se encontraban viajando por separado en Europa y este era su principal modo de contacto. Un total de 464 reproducciones de pantallas de teléfono forman esta obra llamada: “DORME BEM, PERDIÇAO…” transformando lo subjetivo de sus vivencias en arte visual. "Lo he hecho para volver a sentir, condensada en las pocas palabras que entrar en cada una de las pantallas de un teléfono móvil, la pasión que mueve el mundo”, resume él. Meses después cambia el aparato y apaga el del registro para siempre.
se encontraban viajando por separado en Europa y este era su principal modo de contacto. Un total de 464 reproducciones de pantallas de teléfono forman esta obra llamada: “DORME BEM, PERDIÇAO…” transformando lo subjetivo de sus vivencias en arte visual. "Lo he hecho para volver a sentir, condensada en las pocas palabras que entrar en cada una de las pantallas de un teléfono móvil, la pasión que mueve el mundo”, resume él. Meses después cambia el aparato y apaga el del registro para siempre.
Enlace para ver un video de la obra: https://vimeo.com/64490546
*Chucherías: baratijas. Objetos de poco valor e importancia.